viernes, 13 de enero de 2012

La igualdad ante la Ley

No me canso de leer, ensayo sobretodo y, de vez en cuando, alguna novela, de autores centroeuropeos que publicaron en el período de entre guerras o después de la II Guerra Mundial. Creo que el desarrollo del fascismo/comunismo les hacía ser especialmente clarividentes. Así, autores como Zweig, Roth, Kertesz, Ludvig, Marai, nos han dejado verdaderas joyas sobre la intolerancia, la libertad, la pertenencia, la injusticia, el desapego y, en definitiva, la importancia de vivir ligeros de equipaje.

Ahora mismo, estoy leyendo un ensayo de Emil Ludvig, uno de los mejores biógrafos del S XX, sobre Hitler, Stalin y Mussolini, escrito en el año 1939, justo antes de la invasión de Polonia y, por lo tanto, del comienzo de la II Guerra Mundial. Su relato sobre el ascenso al poder de Hitler y el peso de la maquinaria propagandística en dicho ascenso me ha llevado ineludiblemente a pensar sobre el papel de la prensa y de los medios de comunicación en una sociedad libre como la española, aparentemente tan lejana de la alemania de la época.

Los medios de comunicación han aprendido mucho desde entonces de Goebbels, por ejemplo a repetir las mentiras hasta que estas se convierten en verdades porque ya nadie recuerda como era la verdad, y convertirse así en tentáculos del poder. Una de estas mentiras repetidas hasta la saciedad es la de que todos somos iguales ante la Ley. Hay múltiples ejemplos que demuestran lo mentiroso de esta afirmación. En España tenemos casos muy recientes y llamativos (Urdangarín, el CEO del Santander, los Albertos, los etarras, los "menores" asesinos, ...).

Pero estos casos lo que demuestran es que no todos los CULPABLES son guales ante la Ley. Más escalofriante me parece, sin embargo, la aplicación sistemática y general de esta afirmación a víctimas y verdugos por igual, como si existiese tal igualdad. Mi apreciación es que, con carácter general, las víctimas, además de haber perdido algo o a alguien en el camino, se encuentran mucho menos protegidas que los verdugos y, por lo tanto, su ansia de justicia se ve en muchas ocasiones sobrepasada por la idea de utilidad. Un muerto es un muerto, un vivo, aunque sea un verdugo, es un vivo y, para empezar, tiene el derecho a formar parte de la sociedad (reinserción) que sus víctimas dejaron de tener. A mi me parece que las víctimas deben tener el derecho a la reparación a través de una Ley justa e igual para TODOS.

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