viernes, 27 de julio de 2012

Comisiones de investigación; mejor dicho, de ocultación

He asistido, por momentos ojoplático y por momentos notando como la sangre me bullía cada vez con más intensidad, a los interrogatorios televisados que la llamada Comisión de Investigación de Bankia (habría que preguntarse por qué no hay otras comisiones de investigación para Caja Castilla La Mancha, las Cajas Gallegas, las Cajas Catalanas, etc., o una única comisión para investigar todas ellas) está realizando a algunos de los protagonistas de tamaña golfería.

No voy a entrar en la naturaleza y cuantía de la golfería. Espero que la denuncia realizada por UPyD, admitida a trámite, nos permita algún día conocerlas. Sí me voya a referir, sin embargo, a la puesta en escena, que para mi refleja de forma exacta y muestra meridianamente lo que en su día, hace ya muchos años, Trevijano llamaba oligarquía de partidos; es decir, la endogamia clamorosa de la casta política, más allá de quien tenga la batuta, algo que no deja de ser puramente circunstancial.

Para empezar, los comisionados se sientan en el patio de butacas y desde sus sitios plantean sus preguntas (cuando las hay, ya que a veces es difícil distinguir entre la inquisición y el "¡cómo me gusto!") a los comparecientes, que se sitúan en un panel elevado frente a los comisionados y codo con codo con la Presidenta de la Comisión y otros cargos de la misma (por supuesto, tiene que haber cargos en la Comisión porque eso se traduce en un complemento salarial). Vamos a ver, ¡¿desde cuándo el "acusado" o "testigo" se sienta al lado o en posición de superioridad sobre sus jueces?! ¿qué pasa?, ¿son colegas de trabajo? no, ¿verdad? Es posible que lo fueran pero, señores diputados, ahora no lo son, están ahí para testificar y para exigírseles de buenas o malas maneras (sí, cabreándose si es preciso cuando no contestan) respuestas e información.

Sigo. Toma la palabra ese diputado chulesco y macarra, entrañable para algunos, que no sabe de nada pero que da igual y que responde al nombre de Martínez Pujalte. Me quedo asombrado cuando, más o menos textualmente, le espeta al exGobernador del Banco de España, ese caradura llamado MAFO: "Hombre, no se trata de acusar a nadie o de asumir responsabilidades, pero usted no pasó de puntillas por allí, sino que estuvo varios años al frente del Banco de España." ¡Qué dureza!, "no se trata de acusar a nadie o de asumir responsabilidades" y ¿de qué se trata entonces sr. Pujalte? Algo parecido hacía el portavoz del PSOE con Narcís Serra, al que le hacía una serie de preguntas, después de un discurso insufrible, y le conminaba a contestar o no según lo considerase oportuno y en la extensión que él mismo determinase.

¿Es esto investigar? Otra vez el paripé, unos se tapan a otros y así sucesivamente y como siempre los ciudadanos ni pajolera. Emitirán un informe, si es que lo hacen, en el que todo estará justificado adecuadamente y, por supuesto, no habrá culpables ni responsables, ¿alguien se juega algo?

Nada que ver, mal que nos pese, con una verdadera comisión de investigación, al estilo de los "hearing" norteamericanos, donde sí se investigan hasta las últimas consecuencias políticas o morales los comportamientos y las decisiones o, por lo menos, se intenta.

Qué pena, por dios.






lunes, 23 de julio de 2012

Jueces rima con heces

Me llamó mucho la atención que en el último acto público del Juez Dívar como Presidente del Consejo General del Poder Judicial, creo que en la commemoración del bicentenario del Tribunal Supremo, su discurso girase en torno a la división de poderes en una democracia, defendiendo la independencia del poder judicial. Una de dos, o bien este señor es un caradura, porque se supone que después de treinta y cinco años esto debería ser una obviedad, sólo digna de análisis en sesudas tesis doctorales, o bien está realizando una denuncia de que dicha independencia no existe, en cuyo caso tiene narices que sea él, que debe su puesto, precisamente, a su dependencia del poder político, quien la haga.

En el fondo, toda esta especie de "voy a mirarme el ombligo, a ver cómo anda de mierdecilla" lo único que pone de manifiesto es la distancia que existe entre el poder y la ciudadanía, entre aquellos que deben servir a la sociedad, porque así lo han querido, nadie les ha obligado, y la sociedad misma, que les ha dejado que ocupen su propio espacio. Mientras tanto, seguimos siendo uno de los países con mayor cuerpo legal que existen (para qué, total las leyes, o no se cumplen o no tienen efecto); existe la sensación, más que justificada, de que aquí los únicos que van a la cárcel son los pringaos que no pueden pagarse un abogado; tenemos jueces metidos a políticos que luego pretenden volver a la judicatura y ser imparciales; tenemos políticos metidos a jueces (por el cuarto turno, sin oposición) que pretenden impartir justicia; un Tribunal Constitucional que lo es todo menos constitucional y un Tribunal Supremo que lo es todo menos supremo; y, así, un largo rosario de incongruencias.

La demolición del Estado surgido de la Transición ya no es una quimera, es una necesidad. De aquél pacto, supuestamente bienintencionado, se arrastran la mayoría de nuestro problemas actuales: egoísmo, igualitarismo, nacionalismo, localismo, seguidismo, enchufismo, etc.

Más nos valdría, Dívar y compañía, que desapareciéseis de la faz de la Tierra.

sábado, 21 de julio de 2012

País de idiotas

Tengo un amigo que, harto ya, un buen día decidió abrir un blog dedicado a Trámites Inútiles para reflejar la idiocia burocrática que consume a este país desde sus entrañas. Yo mismo, hace unos días me he visto envuelto en lo que tiene toda la pinta de convertirse en un Trámite Inútil, aunque en este caso no tanto por la inutilidad del trámite en sí mismo, sino porque me temo que habré perdido el tiempo inútilmente. Y me explico.

Mi hija pasó quince días en La Manga en un campamento de verano. Después de unos días allí, no sabemos la causa, se agarró una importante erupción en la piel, probablemente por algo que comió. Tuvieron que llevarla a urgencias, donde el médico le recetó cortisona y otros medicamentos, naturalmente con nombres y apellidos (no vaya a ser que los genéricos no funcionen). Naturalmente, mi hija fue a la farmacia más cercana y compró los medicamentos pagando su precio íntegro. Al volver a Madrid trajo consigo el informe del médico, la prescripción y el ticket de compra.

Como todo el mundo sabe, hay un procedimiento por el cual se puede recuperar lo pagado en farmacia si la receta ha sido expedida por las urgencias del servicio de salud correspondiente. Bueno, creo que es mucho decir que todo el mundo lo sabe, pero el caso es que es así. De hecho yo no lo sabía hasta que un día, haciendo cola en el médico, me dió por leer algunos papeles que colgaban desordenadamente de un tablón de anuncios del centro de salud al que estoy adscrito.

En fin, cogí el informe médico, la prescripción y el ticket de compra y me dirigí al centro de salud para hacer la reclamación del importe. Por supuesto, no era tan fácil. Me dieron un impreso para que hiciera la reclamación. Claro, como no existen los ordenadores y no tienen mis datos ni los de mis hijos, pues ¡hala! a rellenar los datos de siempre y hacer la exposición de motivos correspondiente.

Al día siguiente volví al centro de salud, ya con todos los papeles (no os lo perdáis, pero no contentos con pedirme los datos de siempre y el número de cuenta para realizar la transferencia, me pedían un certificado del banco que demostrase que dicha cuenta era mía). Al llegar mi turno, la persona que me atendió me dice con cara compungida "el ticket de compra no le va a valer, tiene que traer una factura. Es que si no va a perder el caso". Me quedé con cara casi de idiota pero me sobrepuse inmediatamente y le dije: "señorita, me parece que yo no tengo que ganar ningún caso; esto no es una pelea, ni siquiera es algo potestativo del servicio de salud realizar la devolución o no; simplemente estoy ejerciendo un derecho a obtener la devolución de un gasto en medicamentos". Pero así las cosas, decidí llevar, además, la famosa factura que, por supuesto, tuve que pedir a la farmacia de Murcia, con no poca inistencia por mi parte para que me la enviaran por correo electrónico.

Finalmente logré hacerme con toda la documentación y me presenté en el centro de salud para hacer la correspondiente reclamación. SORPRESA!!!! "todo está bien, ahora ya sólo le queda esperar .... entre 10 y 14 meses, eso si deciden hacerle la devolución".

Y digo yo, qué voy a decir. Pondré mi mejor cara de idiota y ya.

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