martes, 31 de enero de 2012

Raghuram Rajan on Risks to the Global Economy

Con la innovación a vueltas

La verdad es que creo que esto de la innovación se está convirtiendo en un discurso bastante ramplón y superficial, gracias, como no, al uso y abuso del término por políticos, falsos especialistas, seudoempresarios, etc., que no tienen nada que decir o contar. Así, hace unos días, un presidente de un país latinoamericano afirmaba, sin ruborizarse, que "la innovación es esencial para el mundo", como si estuviese descubriéndonos un nuevo mundo. Vaya perogrullada. Me encantan aquellos que hablan de la innovación como si fuera algo nuevo, cosa del S.XXI, sin darse cuenta de cómo hemos llegado hasta aquí.

Diríase que vivimos en la Edad de Piedra. Desde entonces el ser humano se ha dedicado a poco más que, precisamente, a innovar. Por lo tanto, la innovación, resultado de la curiosidad y aplicación de la inteligencia, forma parte consustancial al propio ser humano.

Otra cosa bien diferente es hablar de innovación en clave competitiva. Si no innovamos nosotros y otros lo hacen, no nos quedará más remedio que importar sus innovaciones y, por lo tanto, volvernos dependientes, perdiendo así la capacidad de vender nuestros productos porque, además de ser más caros, son peores, menos innovadores, menos avanzados.

También es distinto hablar de innovación en clave de resultado del proceso de I+D. Así, si nos referimos a la capacidad que tiene una sociedad, un país, de generar valor añadido que redunde en una mayor riqueza, es evidente que disponer de instituciones, empresas y personas capaces, creativas, con conocimientos avanzados, dispuestas a correr riesgos, etc. es una tarea esencial.

¿Qué es innovación? La innovación es todo aquello que consiste en la puesta en el mercado de un producto (bien, servicio, idea) que, anteriormente no existía de la misma forma. Existe el riesgo de considerar que la innovación es lo mismo que la invención. Nada más lejos. La invención de algo presupone su inexistencia anterior. La innovación NO. Por ejemplo, antes de existir los cajeros automáticos, uno podía obtener el mismo servicio acudiendo al mostrador del banco. Los cajeros lo único que hicieron fue industrializar (en el sentido de no intervención humana) un servicio que anteriormente prestaban personas, asegurando así un mejor resultado en la prestación. De ahí su éxito. 

También existe la confusión de que la innovación sólo ocurre una vez en el tiempo y que ese momento le corresponde al primero que consigue algo distinto. Siendo cierto que dicho momento es estelar, y se suele traducir en grandes ventajas para el primero en hacerlo, la realidad nos muestra que la innovación, para ser pervasiva, debe afectar a todos (productores y compradores). Por lo tanto, una empresa que no invierte en I+D puede, al mismo tiempo, ser innovadora, simplemente aprovechándose de lo que los demás "inventan". Las empresas de Corea, Japón anteriormente, y China después, han sido ejemplos de este tipo de innovación que consiste en hacer lo que otros, pero mejor o más barato, hasta que ellas mismas se han convertido en innovadoras "puras".

Una tercera confusión es la que identifica innovación con producto. La innovación no tiene por qué traducirse en nuevos productos o servicios sino que puede afectar simplemente a la forma de gestionar, a los procesos de gestión o de fabricación/producción/venta, o a la manera de conducirse las personas. La conversión de buene parte de las redes tradicionales de vendedores en vendedores/asesores/consultores del cliente son un buen ejemplo de esto último.

Con todo esto, lo que quiero decir es que en verdad la innovación es algo esencial, pero no porque de repente se haya convertido en el discurso preferido de algunos. Estamos asistiendo a una fase del desarrollo de la sociedad de consumo en la que el proceso de acumulación de capital requiere, más que nunca en el pasado, un ritmo mayor de innovación que se traduzca en ciclos de vida más y más cortos. En definitiva, la locura para el consumidor, pero esta es otra historia.


viernes, 13 de enero de 2012

La igualdad ante la Ley

No me canso de leer, ensayo sobretodo y, de vez en cuando, alguna novela, de autores centroeuropeos que publicaron en el período de entre guerras o después de la II Guerra Mundial. Creo que el desarrollo del fascismo/comunismo les hacía ser especialmente clarividentes. Así, autores como Zweig, Roth, Kertesz, Ludvig, Marai, nos han dejado verdaderas joyas sobre la intolerancia, la libertad, la pertenencia, la injusticia, el desapego y, en definitiva, la importancia de vivir ligeros de equipaje.

Ahora mismo, estoy leyendo un ensayo de Emil Ludvig, uno de los mejores biógrafos del S XX, sobre Hitler, Stalin y Mussolini, escrito en el año 1939, justo antes de la invasión de Polonia y, por lo tanto, del comienzo de la II Guerra Mundial. Su relato sobre el ascenso al poder de Hitler y el peso de la maquinaria propagandística en dicho ascenso me ha llevado ineludiblemente a pensar sobre el papel de la prensa y de los medios de comunicación en una sociedad libre como la española, aparentemente tan lejana de la alemania de la época.

Los medios de comunicación han aprendido mucho desde entonces de Goebbels, por ejemplo a repetir las mentiras hasta que estas se convierten en verdades porque ya nadie recuerda como era la verdad, y convertirse así en tentáculos del poder. Una de estas mentiras repetidas hasta la saciedad es la de que todos somos iguales ante la Ley. Hay múltiples ejemplos que demuestran lo mentiroso de esta afirmación. En España tenemos casos muy recientes y llamativos (Urdangarín, el CEO del Santander, los Albertos, los etarras, los "menores" asesinos, ...).

Pero estos casos lo que demuestran es que no todos los CULPABLES son guales ante la Ley. Más escalofriante me parece, sin embargo, la aplicación sistemática y general de esta afirmación a víctimas y verdugos por igual, como si existiese tal igualdad. Mi apreciación es que, con carácter general, las víctimas, además de haber perdido algo o a alguien en el camino, se encuentran mucho menos protegidas que los verdugos y, por lo tanto, su ansia de justicia se ve en muchas ocasiones sobrepasada por la idea de utilidad. Un muerto es un muerto, un vivo, aunque sea un verdugo, es un vivo y, para empezar, tiene el derecho a formar parte de la sociedad (reinserción) que sus víctimas dejaron de tener. A mi me parece que las víctimas deben tener el derecho a la reparación a través de una Ley justa e igual para TODOS.

martes, 3 de enero de 2012

A cuenta de la necesidad de reflexionar

Acabo de escuchar a Cristina Narbona (ex Ministra del PSOE y miembro de la Dirección Federal) decir en la radio que es necesario que "en el partido reflexionemos sobre la sensación que tienen los ciudadanos de que los políticos son parte del problema" y no de la solución. Esta señora creo que lleva trabajando en el PSOE desde tiempos de Felipe y ahora, precisamente ahora, considera que debe reflexionar. En fin, no seré yo quien critique el hecho de que alguien quiera reflexionar, pero digo yo que ya ha tenido tiempo para hacerlo, durante lustros, en el gobierno y en la oposición. Lo que debería hacer es irse a su casa y retirarse para reflexionar y quizá, también, arrepentirse de lo mucho y malo que han hecho en esta vida ella y sus compañeros de casta, a un lado y otro del "canal de la mancha" y pedir perdón. La reflexión sin contrición no tiene perdón.




El año que vamos a vivir peligrosamente

2012 se presenta como un año que, a buen seguro, vamos a recordar. Todos, los más jóvenes porque será para ellos una referencia en la bruma de su pasado (como para mi lo fue la crisis del 73, donde se gestó el desajuste estructural español entre oferta y demanda de empleo); los mayores (me refiero a nuestros mayores) porque, los que puedan hacerlo en este año, serán los últimos que disfruten de los despojos del estado del bienestar; los adultos jóvenes (veinte y treinta y tantos) porque en este año caerán en que la juventud no lo es todo y que el mundo no necesariamente gira a su alrededor, a pesar de que debieran ser el futuro; y nosotros (no voy a decir nuestra edad) que hemos estudiado mucho, currado muchísimo y vamos a pagar mayoritariamente el Gran Ajuste.

El año ha empezado con la mayor subida de impuestos de nuestra historia reciente. Y la medida no la ha tomado un gobierno de izquierda, como tampoco aumentó la edad de jubilación en 2010 un gobierno de derecha. Simplemente 2012 será el año en el que todo acabe y todo comience. Habrá un antes y un después. El próximo jueves se anuncia un nuevo paquete de medidas reformistas. Con franqueza, espero que al hachazo impostivo se sume un hachazo, como nunca se haya visto antes, en los gastos superfluos de las administraciones públicas (y digo los gastos superfluos: duplicidades, comisiones parlamentarias, coches oficiales, dietas, asesores, etc.). 2012 será recordado por llevarse a cabo la mayor reforma del Estado de nuestra historia o por no hacerlo y perderse así una nueva oportunidad para el regeneracionismo.

La verdad, fe tengo muy poca en que esto suceda, pero el recurso a la melancolía tampoco es una solución. Mesdames et messieurs, venzamos a los hados del infierno y los malos augurios, levantémonos y construyamos nuestro futuro y el de nuestros hijos a base de trabajo, honestidad, estima, exigencia, recompensa, ... y cuando veamos hacia atrás, 2012 será sólo un recuerdo de hasta dónde se llegó y de dónde partimos.





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