La verdad es que creo que esto de la innovación se está convirtiendo en un discurso bastante ramplón y superficial, gracias, como no, al uso y abuso del término por políticos, falsos especialistas, seudoempresarios, etc., que no tienen nada que decir o contar. Así, hace unos días, un presidente de un país latinoamericano afirmaba, sin ruborizarse, que "la innovación es esencial para el mundo", como si estuviese descubriéndonos un nuevo mundo. Vaya perogrullada. Me encantan aquellos que hablan de la innovación como si fuera algo nuevo, cosa del S.XXI, sin darse cuenta de cómo hemos llegado hasta aquí.
Diríase que vivimos en la Edad de Piedra. Desde entonces el ser humano se ha dedicado a poco más que, precisamente, a innovar. Por lo tanto, la innovación, resultado de la curiosidad y aplicación de la inteligencia, forma parte consustancial al propio ser humano.
Otra cosa bien diferente es hablar de innovación en clave competitiva. Si no innovamos nosotros y otros lo hacen, no nos quedará más remedio que importar sus innovaciones y, por lo tanto, volvernos dependientes, perdiendo así la capacidad de vender nuestros productos porque, además de ser más caros, son peores, menos innovadores, menos avanzados.
También es distinto hablar de innovación en clave de resultado del proceso de I+D. Así, si nos referimos a la capacidad que tiene una sociedad, un país, de generar valor añadido que redunde en una mayor riqueza, es evidente que disponer de instituciones, empresas y personas capaces, creativas, con conocimientos avanzados, dispuestas a correr riesgos, etc. es una tarea esencial.
¿Qué es innovación? La innovación es todo aquello que consiste en la puesta en el mercado de un producto (bien, servicio, idea) que, anteriormente no existía de la misma forma. Existe el riesgo de considerar que la innovación es lo mismo que la invención. Nada más lejos. La invención de algo presupone su inexistencia anterior. La innovación NO. Por ejemplo, antes de existir los cajeros automáticos, uno podía obtener el mismo servicio acudiendo al mostrador del banco. Los cajeros lo único que hicieron fue industrializar (en el sentido de no intervención humana) un servicio que anteriormente prestaban personas, asegurando así un mejor resultado en la prestación. De ahí su éxito.
También existe la confusión de que la innovación sólo ocurre una vez en el tiempo y que ese momento le corresponde al primero que consigue algo distinto. Siendo cierto que dicho momento es estelar, y se suele traducir en grandes ventajas para el primero en hacerlo, la realidad nos muestra que la innovación, para ser pervasiva, debe afectar a todos (productores y compradores). Por lo tanto, una empresa que no invierte en I+D puede, al mismo tiempo, ser innovadora, simplemente aprovechándose de lo que los demás "inventan". Las empresas de Corea, Japón anteriormente, y China después, han sido ejemplos de este tipo de innovación que consiste en hacer lo que otros, pero mejor o más barato, hasta que ellas mismas se han convertido en innovadoras "puras".
Una tercera confusión es la que identifica innovación con producto. La innovación no tiene por qué traducirse en nuevos productos o servicios sino que puede afectar simplemente a la forma de gestionar, a los procesos de gestión o de fabricación/producción/venta, o a la manera de conducirse las personas. La conversión de buene parte de las redes tradicionales de vendedores en vendedores/asesores/consultores del cliente son un buen ejemplo de esto último.
Con todo esto, lo que quiero decir es que en verdad la innovación es algo esencial, pero no porque de repente se haya convertido en el discurso preferido de algunos. Estamos asistiendo a una fase del desarrollo de la sociedad de consumo en la que el proceso de acumulación de capital requiere, más que nunca en el pasado, un ritmo mayor de innovación que se traduzca en ciclos de vida más y más cortos. En definitiva, la locura para el consumidor, pero esta es otra historia.
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