jueves, 8 de septiembre de 2011

¡Ay! ¡qué país!

Ya lo decía el poeta al responder a la pregunta ¿qué le duele? "Me duele España". Y es que esta España no tiene remedio. Al menos si seguimos en manos de quienes estamos. Dicho sea de paso que quienes aspiran a llevar las riendas tampoco ofrecen razones para el optimismo.

Pero, lo peor de todo es que la contestación social tampoco es capaz de articularse en torno a dos o tres grandes reclamaciones, dejando de lado todo aquello que es secundario.

1. Está claro que hay que cambiar la ley electoral para que aquellos a los que pagamos por administrar la res pública se lo curren de verdad y no se vayan de rositas, a pesar de haber cometido todo tipo de tropelías. Ergo ¡elección directa ya!.

2. Está claro que es necesario articular mecanismos de fiscalización de la actuación de nuestros representantes que permitan una rendición de cuentas continua (evaluación contínua). ¡Votar cada cuatro años es una risa e impide un control efectivo por parte de la ciudadanía!. Ergo, ¡circunscripciones locales para la elección de representantes ya!

3. Está claro que se deben garantizar y priorizar los intereses de los ciudadanos sobre los de los partidos o sus representantes. Ergo, ¡libertad de voto para los representantes de los ciudadanos! ¡prohibir por ley el voto corporativista de los partidos!.

En definitiva, es esencial acabar con la partitocracia, o como decía Trevijano hace ya muchos años (demasiados), la comunidad de intereses de todos los políticos es defender su corralito a expensas de los ciudadanos.



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