lunes, 23 de julio de 2012

Jueces rima con heces

Me llamó mucho la atención que en el último acto público del Juez Dívar como Presidente del Consejo General del Poder Judicial, creo que en la commemoración del bicentenario del Tribunal Supremo, su discurso girase en torno a la división de poderes en una democracia, defendiendo la independencia del poder judicial. Una de dos, o bien este señor es un caradura, porque se supone que después de treinta y cinco años esto debería ser una obviedad, sólo digna de análisis en sesudas tesis doctorales, o bien está realizando una denuncia de que dicha independencia no existe, en cuyo caso tiene narices que sea él, que debe su puesto, precisamente, a su dependencia del poder político, quien la haga.

En el fondo, toda esta especie de "voy a mirarme el ombligo, a ver cómo anda de mierdecilla" lo único que pone de manifiesto es la distancia que existe entre el poder y la ciudadanía, entre aquellos que deben servir a la sociedad, porque así lo han querido, nadie les ha obligado, y la sociedad misma, que les ha dejado que ocupen su propio espacio. Mientras tanto, seguimos siendo uno de los países con mayor cuerpo legal que existen (para qué, total las leyes, o no se cumplen o no tienen efecto); existe la sensación, más que justificada, de que aquí los únicos que van a la cárcel son los pringaos que no pueden pagarse un abogado; tenemos jueces metidos a políticos que luego pretenden volver a la judicatura y ser imparciales; tenemos políticos metidos a jueces (por el cuarto turno, sin oposición) que pretenden impartir justicia; un Tribunal Constitucional que lo es todo menos constitucional y un Tribunal Supremo que lo es todo menos supremo; y, así, un largo rosario de incongruencias.

La demolición del Estado surgido de la Transición ya no es una quimera, es una necesidad. De aquél pacto, supuestamente bienintencionado, se arrastran la mayoría de nuestro problemas actuales: egoísmo, igualitarismo, nacionalismo, localismo, seguidismo, enchufismo, etc.

Más nos valdría, Dívar y compañía, que desapareciéseis de la faz de la Tierra.

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