sábado, 19 de mayo de 2012

De perroguarros y otras especies

De todos es conocido el enorme incremento en los años de la abundancia de la afición al perro doméstico desarrollada en el seno de las familias, tradicionales y no tradicionales, españolas; familias, dicho sea de paso, que mayoritariamente siguen viviendo en entornos urbanos, es decir en pisos/apartamentos o, como suele decir un hermano mío, "estantes".

Me parece muy loable este afán de acogida que, sin duda alguna, tiene, por una parte, un componente sublimador de los afectos y, por otra, esconde el mayor de los egoismos. Un perro (al menos la inmensa mayoría de las razas), a mi juicio, necesita dos cosas esenciales: espacio y libertad. Ninguna de las dos le ofrecen habitualmente sus dueños, pero eso es algo entre ellos y sus mascotas. Lo que ya no es entre ellos es el descarado uso que hacen de los lugares públicos, calles y parques, para que sus perros se desahoguen. Cierto es que hay una minoría consciente de que las personas tienen el derecho a poder disfrutar de dichos lugares públicos pudiéndo pasear o tumbarse en la hierba sin jugarse su ropa, sus zapatos o teniendo que estar ojo avizor por si algún perro realiza sus necesidades en su proximidad. Pero, desgraciadamente, son una minoría.

Lo que abunda es el tipo incívico al que poco le importan los demás de su propia especie y que prima sus propias necesidades y las de su perro. Es el "perroguarro", ese al que le dices que se lleve al perro, o que no le deje hacer sus necesidades al lado de niños en un parque, o delante de un portal de una casa y te dice que la calle es de todos. Sí, mamón, la calle es de todos ... los seres humanos, especialmente de aquellos que pagan su limpieza con sus impuestos. Es bien fácil, llévate tu bolsita, recoge el pastel y utilízalo como abono para tus propias plantas.

Hace unos días, me encontré con un vecino y sus dos perros. Yo salía de casa y justamente me los encuentro al lado de mi puerta orinando. Le digo, "¡ya está bien!" Me dice "están orinando, no defecando". Le digo, "pues enséñeles a orinar en la puerta de su casa o, si lo prefiere, yo mismo puedo acompañarle a su casa y orinar en su puerta. Supongo que no le parecerá mal." Me dice "me parecería fatal". Pues eso.


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